Por sexta vez en las últimas ocho temporadas, la tercera consecutiva, el Barça se ha plantado en la final de la Copa del Rey. Lo sabía desde la ida, cuando le dio un meneo histórico al Valencia (7-0), pero prefirió no vociferar su gesta y la celebración antes de tiempo. El fútbol es capaz de darte un escarmiento el día más insospechado. Pero nada alteró la lógica aplastante de los goles y los azulgrana repitieron final tras firmar un empate (1-1) de récord. El ciclo triunfal no se detiene y ahora espera Celta o Sevilla. Los ‘che’ se conformaron con dignificar su imagen en un Mestalla que les castigó con la indiferencia y el vacío.
Desprovisto de cualquier tensión y suspense por la goleada de la ida, excesiva para cualquiera, el partido tuvo un tinte extraño, raro en casi todo. Desde su configuración hasta su desenlace. Ninguno de los dos técnicos armó el equipo titular y optaron por tirar de canteranos y de los menos habituales. Los dos pensaban más en la Liga. Los valencianistas lucharon contra su propia imagen y los suplentes azulgranas, por aguantar de pie una racha de buenos resultados que ya es historia. El camino, de todas formas, se hizo largo para todos. Era de esperar. Quizá para estimular a sus jugadores, Luis Enrique ideó un Barça experimental. Por nombres pero también por sistema.
Tres centrales, dos carrileros con toda la banda por delante, doble pivote y Rakitic, de media punta y, en ocasiones, de falso delantero centro. Lucho quería, sobre todo, dar salida al balón. Con este desconocido aspecto, el equipo azulgrana se puso a construir su juego. Monopolizó el balón, la trama colectiva y las ocasiones. Con la eliminatoria Resuelta podían permitirse de todo. Chutó hasta en tres ocasiones, pero ni Sandro ni Munir ni Rakitic atinaron con la portería.
A partir del esfuerzo y con mejor actitud, el Valencia se fiaba de su calculado ejercicio de presión. Ter Stegen debió, incluso, driblar en alguna ocasión en un palmo de terreno, con el susto generalizado del banquillo, y abrir el guión por las bandas. Una vez, la recuperación de un balón supuso un centro que Mathieu abortó ‘in extremis’. El relato de la primera parte iba para tablas pero una indecisión defensiva propició el gol local. Un pase en largo de Santos desde el vértice izquierdo de su área llegó a Negredo, que supo romper las líneas entre la lentitud de Mathieu y Vermaelen y marcar, a pesar de una primera oposición del portero culé. Munir replicó con un cabezazo.
Más ‘punch’ tras el descanso
En la segunda parte, el Barça se propuso salvaguardar sus estadísticas y apretó el acelerador buscando la igualada, aunque las primeras oportunidades fueron del Valencia con un disparo y un cabezazo que salió alto. El público agradeció la intensidad de los dos equipos pero las buenas intenciones perdían picante en el remate final. Rakitic lo volvió a probar con un disparo que tampoco fue entre los tres palos. El siguiente ya llegó a las manos de Jaume. Una premonición de los que vendría después. Todo se reducía a lo que podía hacer el croata. Munir, excelente al inicio, no tuvo continuidad, y eso que mostró gestos técnicos sensacionales.
Los dos equipos dejaron de regular sus esfuerzos y pusieron intriga al resultado final. Tanto podía empatar el Barça como incrementar su ventaja los de Neville. Los azulgrana regalaban demasiadas faltas al borde del área y suerte que el portero alemán sacó la manopla cuando debía. El fútbol era más febril y el público lo agradecía.
El Valencia logró tapiar su portería hasta que Luis Enrique decidió hacer los tres cambios. Retirando al croata, el Barça perdía iniciativa, ideas y ‘punch’, pero no fue así. Los tres suplentes salvaron la racha. Douglas abrió por la izquierda, Cámara centró raso y preciso y Kaptoum con un buen gesto técnico colocó el balón a la red. Solo el camerunés podía mantener la racha. Venía de golear con el filial y repitió con el primer equipo. El Barça ya tenía el ‘héroe’ del día.