Dani Alves ya era un cachondo cuando llegó al Barça en el verano de 2008. No podía ser de otra forma en un brasileño que además es bahiano de nacimiento (1983) y sevillano de adopción desde 2002. ¡Imposible no vivir con una sonrisa con semejante mezcla! Sin embargo, se puso muy serio cuando, en la primera entrevista que concedió a MD como azulgrana en el stage de Pep Guardiola en Saint Andrews, convirtió una pregunta inocente en una ofensa para él. “¿Si mis amigos de la infancia me hacen bromas porque el Barça paga mucho dinero por mí? En Bahía no me hacen bromas: mis amigos saben lo que he sufrido para llegar hasta aquí”.
La irritación le duró poco, pero recién llegado ya quedó clara una cosa: el show estaba garantizado por su forma alegre de ser, pero la profesionalidad también. Siempre iba a tener muy presente su origen humilde para darlo todo y justificar aquellos 35 millones (29+6) que entonces parecía un precio exagerado y que ahora, ocho años y 19 títulos después, se sabe que fue barato. “Uno vale lo que trabaja y yo voy a demostrar cada día que el Barça no se ha equivocado con mi fichaje”, dijo aquel día. Y cumplió con su palabra.
Alves se crió en Juazeiro, una población cercana a Salvador de Bahía, donde de niño ayudaba a su padre en el campo, pero no sólo en el de fútbol, también en el grícola. Recogía melones, tomatesycebollas, entre otros productos de la huerta, y también cazaba “palomas silvestres con mi padre para tratar de sobrevivir y poder llevar algo de carne a casa”, según reveló él mismo en la prensa de su país. “Lo hacíamos con trampas que fabricábamos nosotros y también con hondas”.
Rápido, pícaro y descarado, a los 10 años ya se atrevía a jugar de delantero centro en las pachangas del equipo de su padre contra adultos. Pero todavía no se veía como futbolista. Es más, su sueño era ser piloto de Fórmula 1. Y mientras iba aclarando sus ideas, intentaba ganar unos reales con lo que fuera, como sucedió en 1997, cuando a los 14 años intervino como extra en el rodaje de la película ‘Guerra de Canudos’, basada en un conflicto sucedido en su tierra. Su papel dura 4 segundos: baja la colina con un rifle en sus manos junto a más soldados, recibe un disparo ymuere. “Acepté porque nos daban comida gratis y pagaban 5 reales”, comentó años después.
Algo le debió quedar de ese flirteo con las cámaras porque en los últimos años se ha grabado una gran cantidad de videos que él mismo ha publicado en las redes sociales (tocando la guitarra, cantando y saltando en la cama de un hotel...). Y también ha sabido captar la atención del realizador de cualquier partido, como en Berlín, cuando bajó la escalera mecánica de los vestuarios al césped convertido en una specie de ‘Spiderman’.
Cuando el Barça ha perdido después de una de sus interpretaciones o él no ha tenido una gran actuación, ha sido fácil relacionar tanta frivolidad con el rendimiento. Pero si hay que ser justos, el brasileño es natural, obra sin miedo al ‘qué dirán’ y después de muchos de esos momentos tan personales, luciendo una moda para la que hay que tener mucho carácter, también han llegado grandes victorias o grandes partidos suyos en lo individual.
Dani es uno de los barcelonistas más queridos por la afición. Se lo demostraron con esa ovación en la fiesta del triplete que le hizo llorar con un sentimiento que llegó a todos los corazones. Tendrá días mejores o peores, pero siempre da la cara. Y no sólo por el Barça, también contra el racismo (el plátano de Vilareal creó una campaña mundial) y, especialmente, por su amigo Abidal, a quien le ofreció parte de su hígado. Es Dani Alves, un volcán en permanente erupción.
Alves se crió en Juazeiro, una población cercana a Salvador de Bahía, donde de niño ayudaba a su padre en el campo, pero no sólo en el de fútbol, también en el grícola. Recogía melones, tomatesycebollas, entre otros productos de la huerta, y también cazaba “palomas silvestres con mi padre para tratar de sobrevivir y poder llevar algo de carne a casa”, según reveló él mismo en la prensa de su país. “Lo hacíamos con trampas que fabricábamos nosotros y también con hondas”.
Rápido, pícaro y descarado, a los 10 años ya se atrevía a jugar de delantero centro en las pachangas del equipo de su padre contra adultos. Pero todavía no se veía como futbolista. Es más, su sueño era ser piloto de Fórmula 1. Y mientras iba aclarando sus ideas, intentaba ganar unos reales con lo que fuera, como sucedió en 1997, cuando a los 14 años intervino como extra en el rodaje de la película ‘Guerra de Canudos’, basada en un conflicto sucedido en su tierra. Su papel dura 4 segundos: baja la colina con un rifle en sus manos junto a más soldados, recibe un disparo ymuere. “Acepté porque nos daban comida gratis y pagaban 5 reales”, comentó años después.
Algo le debió quedar de ese flirteo con las cámaras porque en los últimos años se ha grabado una gran cantidad de videos que él mismo ha publicado en las redes sociales (tocando la guitarra, cantando y saltando en la cama de un hotel...). Y también ha sabido captar la atención del realizador de cualquier partido, como en Berlín, cuando bajó la escalera mecánica de los vestuarios al césped convertido en una specie de ‘Spiderman’.
Cuando el Barça ha perdido después de una de sus interpretaciones o él no ha tenido una gran actuación, ha sido fácil relacionar tanta frivolidad con el rendimiento. Pero si hay que ser justos, el brasileño es natural, obra sin miedo al ‘qué dirán’ y después de muchos de esos momentos tan personales, luciendo una moda para la que hay que tener mucho carácter, también han llegado grandes victorias o grandes partidos suyos en lo individual.
Dani es uno de los barcelonistas más queridos por la afición. Se lo demostraron con esa ovación en la fiesta del triplete que le hizo llorar con un sentimiento que llegó a todos los corazones. Tendrá días mejores o peores, pero siempre da la cara. Y no sólo por el Barça, también contra el racismo (el plátano de Vilareal creó una campaña mundial) y, especialmente, por su amigo Abidal, a quien le ofreció parte de su hígado. Es Dani Alves, un volcán en permanente erupción.