Quien quiso ver señales extrañas en los empates contra Valencia, Deportivo y Espanyol ya puede ir inventando otros síntomas. El Barça no padece ninguna enfermedad, ni siquiera imaginaria, más allá de haber encadenado marcadores que aisladamente no habrían causado la menor inquietud.
En todo caso, si se diagnosticó precipitadamente alguna intoxicación navideña fue por el atracón de patadas que se dio el Espanyol con permiso del nacional arbitraje. Eso, o el efecto ‘Zizou’ en el vestuario azulgrana, que todo podría ser vista la energética salida del equipo.
Jordi Alba ya había dejado escapar una ocasión a los 4 minutos, sólo ante el portero; a los 8’ Leo Messi había marcado el primero de la tarde y a los 14’ de nuevo el argentino había establecido un marcador lo bastante elocuente (2-0) como para pronosticar un partido sin más contratiempos.
A diferencia del último de Liga, el derbi de Cornellà sumido en la crispación y el juego sucio tolerado por el único culpable de tanto ruido, el ya tristemente célebre colegiado González González, en este choque el Barça pudo tocar el balón sin ser embestido impunemente por el rival y el Granada defenderse con todas sus armas pero dentro de la ley, lo cual dibujó un escenario más que propicio para los azulgrana.
En un horario al que cada vez parece adaptarse mejor el equipo de Luis Enrique y menos la afición barcelonista, ayer tarde con más ganas de rebajas que de fútbol, el festival ofensivo del Tridente valió por el esfuerzo de acelerar la digestión y plantarse en el Camp Nou a disfrutar de una tarde pseudoprimaveral.
Don limpio
Como recompensa, un fútbol de ensueño que acaso facilitó la escasa resistencia del rival o quizá llegó como consecuencia de la inmensa superioridad azulgrana en cada pase, jugada y acción, fuera colectiva o individual. Si el primer gol, un regalo para los ojos con trascendente presencia de Arda Turan, cayó y sonó como un relámpago, el segundo trinchó para siempre la moral del adversario, también finalizado por Messi luego de un centro de Neymar desde la izquierda, toque mágico de Suárez para Leo y remate espléndido del líder del Tridente.
Puede que incluso algún espectador de Les Corts decidiera ir a ver la segunda parte en el Estadi, donde la creciente estrella de Sergi Roberto posibilitó desde el centro del campo, y sin Busquets, una fluidez y consistencia del nivel del mejor Xavi y del gran Iniesta.
Sergi Roberto exhibió su mejor repertorio, colocación, técnica, visión, inteligencia y sobre todo limpieza y verticalidad como cuando en el tercer gol, iniciada la segunda mitad, se la puso a Neymar dejándolo solo ante el portero. El brasileño remató al poste y el rechace le llegó a Messi para el ‘hat-trick’. Uno más.
El espectáculo podía y debía continuar para despejar la pesada y viciada atmósfera enrarecida por los derbi, devolviéndole al Barça la pureza de ese fútbol único y tan envidiado contra el que poco o nada pudo hacer para impedir la avalancha de ocasiones.
Complicidad de Luis Enrique
Luis Enrique se sumó a la fiesta con dos cambios de homenaje, uno para que la grada se entregara explosivamente a Dani Alves, además de aprobar el debut en Liga de Aleix Vidal, y otro a favor de un Arda aplicado en el complejo aprendizaje del sistema de su nuevo equipo. El turco sacó un aprobado en la Copa el miércoles, se ganó el notable ante el Granada e irá a por el sobresaliente en la próxima oportunidad que le dé el entrenador.
Finalmente, antológico cuarto gol a centro de un asistente impresionante como lo fue Suárez en este encuentro, inhibición voluntaria, explícita y decisiva de Messi, llegada para la gloria de Neymar y remate monumental del brasileño.